martes, 1 de noviembre de 2011

"Reflexiones"

Nuestra intención:

                                      Mostrar un poco, apenas una punta, de este iceberg  llamado “Educación”.

Como la vida misma, hay caminos posibles y posibles llegadas. Nunca únicas, nunca absolutas.
Los pensadores de la educación,  han contribuido con sus múltiples teorías a iluminar el camino y de hecho, lo han conseguido.
Pero nada han asegurado, porque aprender es patrimonio exclusivo del hombre,  quien  se construye en sujeto en constante interacción con una cultura particular.
Esto implica ser dueño de la propia historia, que influirá en todos los ámbitos en los que él  se desempeñe.
Esta historia facilitará u obstaculizará los diversos y múltiples senderos del conocimiento,  en su sentido más amplio. Ahí es en donde  aparece el desafío del docente: en su habilidad de escucha, de observación, de interpretación de motivaciones y  necesidades de un alumno único que se hace presente.  Un bagaje, consciente e inconsciente, lo acompaña.  Habrá que descubrir entonces,  a la luz no sólo de la teoría sino también de la  práctica, las cualidades, capacidades, aptitudes,  y acompañar tendiendo a potenciar las mismas.
Práctica docente: certidumbres e incertidumbres, nutrida de la experiencia, de ese quehacer  que intenta llegar, interviniendo, a aquellos aspectos que hacen al despliegue, al descubrimiento de ese “saber hacer” y ese “saber ser”.   Reconociéndose,  valorándose  y utilizando sus facultades en beneficio propio primero, para luego poder nutrir a otros que, como   él,  alguna vez emprendimos un camino, un proceso inacabable, llamado  educación.
Una de las pocas certezas que tenemos es que la educación se nutre y expande de la inagotable fuente de conocimientos. Los que educan, tienen la función de transmitirlos, con el fin  de  ser  integrados  a la red cognitiva del que aprende, con una modalidad única y personal, y se hará de ellos bajo la condición de esa cultura que  lo ha provisto de una  manera particular de avistar el mundo.
Estos lugares “del maestro”, “del aprendiz”, son dinámicos. Son lugares en los que lo único que permanece es el cambio.  Una suerte de intercambio que persiste históricamente,   porque a lo largo de toda nuestra vida, todos somos aprendices y todos somos maestros.
En palabras de Paulo Freire:
 “Todos sabemos algo.
Todos ignoramos algo.
Por eso aprendemos siempre.” 


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